Friday, December 9, 2005

Saturno Se Mira

Me desconciertan aquellos restaurantes en donde se exhibe un ejemplar, o parte del mismo, de lo que uno tiene programado degustar. El otro día fui a un Rodizio, y la mesa que me asignaron quedó al frente de una cabeza despeinada de lo que creo era un Búfalo. Muy romantico el escenario…

La carne no estaba mal. La pedí término medio -casi cruda-, cuando iba por la mitad, perdí el apetito al sentir que el entrometido búfalo, buey, yak, chicharrón peludo, o lo que sea que estaba al frente mío, me picaba el ojo socarronamente. El animal me miraba con ojos de hielo y me sacaba la lengua, al parecer clamando piedad por estar comiéndome la parte ancha de su lomo. Por pudor, me detuve. Cambié de táctica y me enfoqué en mi ensalada. Pagué la cuenta y me fui a casa a hacer la digestión mientras miraba una cacería de hienas en el National Geographic channel y juré nunca más volver a ese restaurante, ya que no supe si era un lugar para comer, o uno de esos Museos viejos con animales estofados con icopor. Todavía no alcanzo a digerir las múltiples maneras como se maquillan a las víctimas de inocentes comensales, ni cómo estos inocentes embalsamados pueden estimular el apetito de los desprevenidos clientes.

Después del impase con la cabeza de Búfalo picarona, me he puesto a analizar los restaurantes que venden pollo, cerdo y pescados, a ver si han adoptado la técnica de mercadeo de estimular el apetito de su clientela mediante la exposición de sus víctimas. Gracias a Dios, no he visto pescuezos de gallina saliendo de retablos, ni mojarras saliendo de las paredes con sonrisas fingidas. Menos mal. Pero lo que sí he visto son imágenes de chonchitos alegres al lado de bombillos iluminando morcillas y chuletas de cerdo. He visto pollos apuestos con gafas oscuras montando motocicletas, anunciando servicios a domicilio de alitas de pollo. Hasta vi casos de canibalismo en donde un gallo con botas se come satisfecho un pedazo de pierna de su misma especie sin arrugar la cara! O más bien su pico. He visto un paraíso tupido de mojarras coquetonas, bagres alegres y sirenas sensuales en plena fiesta al lado de casetas que ofrecen pescado frito. Afortunadamente, las ostras, chipi-chipis y caracoles no tienen cara, para no aguantar la pena ajena del resto de animales.

Y esta táctica se ha extendido a todo. Sólo me puedo comer lo que me sonríe, lo que me muestra su cuerpo. El descaro llega a tal punto, que se le paga a alguien para que se disfrace de animal para así vender mas producto. Una especie de Judas engañando a los de su especie putativa.

Vale la pena aclarar que no soy vegetariano y que no perdono chicharrón o chuleta que me pongan al frente. Lo que no entiendo ni comparto es la cara de complacencia que le ponen en los menús y avisos de algunos restaurantes, a los animales que allí se consumen. Me da una pena extraña consumir estos alimentos al frente de esas imagines, ya que lo considero una falta de respeto, no sólo con las víctimas, sino con los comensales. Desearía que no se mezclen conceptos: Que la alegría del consumidor al chupar un hueso no se tergiverse con la imagen de un pollo contento; que los búfalos no asistan al acto macabro de ver devorar sus nietos, y que el Saturno de Goya mire por fin su reflejo.

1 comment:

Beijing, China said...

Me gustaría ver en su blog algunas de sus pinturas.

Att,
Orlando.