Tuesday, December 6, 2005

Guia para Colas

Las colas están apoderándose del país. Desde que tengo uso de razón he estado haciendo colas, así sea para recibir diplomas y hasta regaños. Creo que aprendí de mi papá la “cortesía” al momento de hacer colas. Alguna vez, muy niño, llegué tarde a una función de cine, y me encontré con una multitud en la entrada. Reconocimos unos amigos que estaban a punto de entrar; saludamos y sin pensarlo dos veces nos fuimos al final de esa hilera de personas. En vez de preguntar si nos podíamos colar (tendrá origen este verbo en el sustantivo cola?), con una dignidad rara, fuimos al final y esperamos. Un tanto desanimado por la espera, casi refunfuñando, escucho las palabras de mi papá diciendo que si alguien tiene la intención de colarse, tiene que pedirle a toda la gente que espera detrás de uno su autorización. En ese momento consideré poco práctica la cuestión, pero ahí estaba la táctica. Por eso he quedado con el trauma, pena ajena, yo que sé, de no saltarme turnos, ni ofrecer oportunidades para que otros se cuelen.

A raíz de tanto tiempo perdido haciendo colas he decidido escribir acerca de ellas. Me “pateo” al menos dos o tres colas diarias. Para casi todo se necesita hacer cola: para sacar la cédula, el pasaporte, las visas, el bendito RUT, pagar los recibos en el banco, ir al baño, viajar en avión, para entrar a la rumba, al estadio, al ascensor y hasta hacer cola para hacer otra cola imaginaria. No voy a decir que tengo la experiencia de aquellos que madrugan para hacer fila y después vender el puesto, ni tampoco uno de esos novatos que llegan tarde y pretenden sobornar y ver cómo se cuelan... , a mucho honor puedo decir que me he pateado mis filas a consciencia, y por eso me dispongo a crear una guía para intentar domarlas.

Que nadie me hable y nadie me mire en las filas. Detesto cuando uno está tranquilo, masticando pensamientos o calculando los turnos delante de uno y lo interrumpen con conversaciones insulsas. Usualmente no son conversaciones, sino comentarios a medio-masticar en contra del mismo sistema que propicia la fila. Son exabruptos reciclados y gastados que no contribuyen en hacer a una persona mejor; yo creo que presenciar un hipo me contribuiría más como persona… Existen los que preguntan si esta es la fila para tal cosa, o si acá se puede pagar la luz, etc… como si uno fuese un miembro de Servicio al Cliente de incógnito haciendo filas por placer!. Pregúntele a alguien mejor calificado.

Para que nadie le hable a uno, es mejor adoptar la clásica postura: brazos cruzados, mirada hacia el piso, cara de burrito amarrado, y llevar a la mano un libro de un tema oscuro a prueba de comentarios: “La Influencia del Rococo en la Arquitectura de San Pelayo”. Recomiendo no llevar ni periódicos (para que no lo pidan prestado) ni revistas de difusión masiva. En caso de ser víctima de comentarios, recomiendo tirársela de sordomudo y responder con gemidos, muecas y señas, y si esto no funciona, responder cantando las primeras estrofas del Himno Nacional a todo pulmón.

En este contexto, cuando uno finalmente corona, es un exabrupto pretender socializar con el cajero, o la persona que atiende. Este no es el momento para ser encantador, ni para preguntar por “perenceja” o “perencejo”, o echar piropos a ver si la atención mejora. Esa actitud se deja para después; se premia la sobriedad, la parquedad, y la eficacia. Si las “charladitas” entre participantes de fila y los que atienden la fila son insoportables, más aún es presenciar las tallas amenas y chistosas entre empleados que trabajan en el recinto donde uno hace la bendita cola. Un ambiente jovial alrededor de la cola promueve desilusion y rabia; en cambio un ambiente parco y serio genera una cola ansiosa y eficaz.

El escenario anterior es característico de las filas que se forman para sacar todos esos requisitos imaginarios e inventados como sisbenes, cédulas, pasaportes, visas, etc… todos esos papelitos que alguien se invento y que de la noche a la mañana adquirieron una importancia inesperada. Las colas en cajeros para sacar dinero es otro cuento. Es una falta de consideración aquellos que a sabiendas que hay una cola detrás de ellos, sacan su dinero y se quedan media hora inmóviles estudiando el extracto bancario al frente del cajero. Suman, restan, suman otra vez, rectifican a ver si ya le consignaron o no, suman de nuevo, calculan lo que les queda para el mes, suman una ultima vez, etc…y uno se los queda mirando, esperando que miren de vuelta para mentarles la madre con una dulce sonrisa. La dinámica correcta sería la de sacar dinero, esperar el recibo e inspeccionarlo a un lado; a un lado viejecita!!!…nunca al frente del cajero.

Prefiero mil veces las colas para ir al baño o para pedir comida. En este contexto no se escatiman esfuerzos y la eficacia prima. La gente entra, sale y al menos uno no es testigo de sumas y restas…eso es “da que te van dando”. La fila para pagar el mercado no se queda atrás…que delicia: le ponen musiquita de fondo, hay chocolates y chicles a la vista, revistas con 10 tips para seducir a su pareja, etc… amenizan de cierta forma la espera.

Lo mejor de las colas, no es hacerlas sino verlas. Es indescriptible el placer que se siente al pasar al lado de una y ver la gente inmóvil, con ese dejo inquieto, mientras esperan entrar al matadero. Todos los de la fila son conscientes que la están haciendo, y al mismo tiempo de los ojos piadosos que se compadecen de ellos. Como perro sin dueño me paseo por el frente y ejercito mi libertad sin piedad, exhibiendo una sonrisa llena de sorna y falsa conmiseración, viendo las caras de mística satisfacción de los que están a punto de coronar y las de angustia y resignación de aquellos que inician el viacrusis.

Mientras me preparo para mi próxima fila, me pregunto si la Reina Isabel de Inglaterra es consciente de lo que se ha perdido al no haber tenido ni siquiera para comulgar que hacer una cola en su vida.

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