Wednesday, October 21, 2009

Quebrantos de Imaginación

Por Gonzalo Fuenmayor

Hay días en que sorpresivamente pierdo la capacidad de comprender metáforas, asumiendo todo lo que ocurre de manera literal. Estos quebrantos de imaginación aparecen con cierta frecuencia en meses sin la letra ”r”. No hay síntomas previos, temblores o sudoración excesiva. De un momento a otro, ya sea en plena conversación o cepillándose los dientes, el mundo se convierte irónicamente en lo que es: no hay poesía o interpretaciones, sólo una sucesión de eventos caóticos en sincronía, y sin crema chantilly.



Y esta pérdida de imaginación no se aplica a interpretaciones de poemas de Becquer o Neruda…se remite a la poesía empolvada e invisible de la cotidianidad. De manera casi automática, entre otras cosas, empiezo a probar si el mundo sabe como huele, haciendo gárgaras con champús y tintas, lamiendo pétalos de flores y masticando borradores. Todo se convierte en lo que es, las noticias y los periódicos, los comerciales de televisión y hasta las películas de Hollywood de repente dicen verdades, asfixiando cualquier campo para la duda. La imagen y la palabra son lo que son; un mundo de absolutos, dejando las teorías de la relatividad a un costado.



En las conversaciones que se tienen a diario a veces aparecen estos quebrantos. Al estar en un restaurante y pedir que nos “regalen” una “copa de vino de la casa”, dudo si en verdad la regalen, a pesar de estar en un establecimiento comercial y de paso me pregunto de cuál casa será dicho vino. Cuando somos víctimas de conversaciones con exageraciones, me detengo a pensar si en realidad había “millones de personas en la sala”, cuándo será el funeral de la persona que estaba “muerta de risa”, o el tipo de dieta de quien alguna vez dijo que le dieron un beso que “le supo a cucaracha”. Frases como “había full poquita gente” o “hacer el amor” se convierten de repente en acertijos indescifrables y puntos muertos en conversaciones cotidianas.



Las emboscadas de la literalidad han motivado el andar con diccionarios y hasta cronometros, con el unico proposito de contabilizar cada vez que en una llamada telefonica o reunion, se nos pide que es esperemos “un minuto”. La repentina pérdida de la imaginación hace evidente la dependencia del mundo actual en la metáfora. Tener la posibilidad de ver o leer algo, y que esto tenga el potencial de significar o aludir a algo completamente distinto es asombroso. Todo puede significar otra cosa y nada al tiempo, haciendo de la literalidad un sinónimo de estancamiento.



Aquella fidelidad a lo literal –ese analfabetismo metaforico- tiene el potencial de erosionar el laberinto fantasioso que adorna nuestra existencia, pero ironicamente, tambien el de perpetuar un roedor que roba dientes de leche, o un recien nacido superdotado que lee cartas y trae regalos en Navidad.