Por Gonzalo
Fuenmayor
En alguna olvidada
base de datos de una institución bancaria, almacén de cadena y floristería, yace
mi fecha de nacimiento, junto con la de millones de personas. Está ahí debido a
cierto formulario que hace años diligencié, como parte de algún agresivo plan
de fidelidad al cliente o simplemente porque se ha vuelto indispensable dicha
información para iniciar cualquier proceso administrativo.
Son 8 números
separados por barras o guiones ordenados como dominós en una tabla de Excel
infinita, clasificados en un formato parecido a 00/00/000, con el mes de
primero o de segundo. Dado que los
cumpleaños son eventos recurrentes, un logaritmo simple dispara una alarma cada
365 días, generando un e-mail y/o correo físico enviado en la mañana del natalicio
con un mensaje genérico muy parecido a: “Tus
amigos de Lugaralquenovoyhace10años –y en el que no tengo amigos- te desean otro año más de vida! Felicidades!”,
ó “¡FELIZ CUMPLEAÑOS! GONZALO, sus deseos nos
inspiran, por eso queremos desearle un feliz día y un año más de éxitos!”, y para terminar más transcendentales: “GONZALO ANDRES, La sabiduría se teje con la experiencia vivida en cada
año. Así como cada pieza artesanal que ha sido perfeccionada y lleva consigo
toda la historia de su creación, la experiencia ha forjado en usted la
sabiduría de las buenas decisiones en la vida. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!”.
Tengo que aclarar que estos correos los recibo el día de mi natalicio,
casi todos escritos en fuente cursiva; desafortunadamente
no puedo responder a tan lindos detalles porque no se a quién dirigir mi
mensaje de agradecimiento, o desconozco la institución y considero que se debe
tener cierta afinidad para felicitar a otra persona en tan especial fecha.
¿Quién será el poeta encargado de componer esas estrofas? ¿Existirá un
software especial que genere esta prosa? Es irónico pensar que esos correos de
felicitación son motivados por el interés de estrechar el vínculo con el
cliente bajo la premisa de que éste siempre tiene la razón. La realidad es que
a pesar de que la intención es unir y fidelizar, el resultado es todo lo
contrario pues resulta triste e impersonal ser felicitado por una entidad,
banco ó almacén.
Me atrevo a decir que estas misivas que menciono son más deprimentes que
el sonido destemplado de meseros en restaurantes recitando “Feliz Cumpleaños”
fingiendo un orgasmo de alegría, mientras se enfría la comida en la mesa. Más tristes, incluso que las dedicatorias incluidas en canciones vallenatas,
comprados por el mencionado para inmortalizarse. Finalmente, sobrepasa el cliché de las fresas, champaña y pétalos de rosa sobre la cama
ofrecidos por hoteles en su estrategia para resucitar las Lunas de Miel.
Dentro de pocos años no bastará el 00/00/0000 para empezar la campaña de
fidelización…los algoritmos sin duda crecerán, alargarán sus tentáculos y
terminarán conectándose con aquella vida virtual paralela de Twitter, Facebook
e Instagram, de poblaciones enteras y tendrán la capacidad para felicitar y
mandar versos tristes por cualquier bobería incluyendo goles ganadores en
partidos de empresas, reuniones de ex alumnos, matrimonios, nacimiento de
primogénitos, divorcios y hasta pésames.
gonzalofuenmayor@gmail.com