Friday, October 5, 2007

MARE NOSTRUM

No sé si fue el efecto de dos o tres cervezas, agua embotellada y dos gaseosas, ya que perdí la cuenta de cuantas me había tomado mientras orinaba submarina y subrepticiamente en el mar. De lejos, era otro bañista desprevenido imaginándose cómo se peinan las morrocoyas. Debajo de la superficie era otro mamífero que descargaba en el mar los líquidos residuos ambarinos de su cuerpo. En la inmensidad y en el anonimato que el océano ofrecía, hacía mi gracia mientras esquivaba las olas con una sonrisa juguetona. Nadie se daba cuenta del asunto porque posiblemente todos estaban haciendo lo mismo. El mar es inmensamente inmenso.

Desde que tengo uso de razón, he orinado en todos los mares que he tenido el placer de visitar. He aportado mi gotica, por no decir mi granito de arroz, a la polución de los océanos. Lo reconozco, pero la verdad es que creo no estar solo, ya que he visto en muy pocas ocasiones que los bañistas recurren a baños públicos cercanos, quizás por la pereza que da el salirse del mar.

Haciendo una abstracción mental, todos los peces nadan en su propio caldo. El “chichí” de las ballenas jorobadas, de Flipper y sus secuaces, de la mojarra, los pargos, las sierras, los pulpos, y quien quita, que hasta del difunto Jacques Cousteau, esté circulando por nuestras océanos. Con esta imagen en mente, aún sin mi pequeña contribución, estos ya se encuentran bastante orinados. Untao el deo, untada la mano. Moralmente no me trasnocha mucho (ni me ha trasnochado) este tema sanitario, ya que el mar es inmenso. Inmensamente inmenso.

Algo parecido ocurre cuando se está en una piscina. A punta de cloro y de químicos adquiere el agua un color de pasta de dientes. Su frescura se exagera con el color aguamarina, con las baldosas limpias y con ese aroma a cloro que seduce. Pero la piscina, al contrario del mar, no es inmensa. En ella no hay ballenas jorobadas que contribuyan con sus galones de orín, no hay corrientes marinas; sólo una motobomba y químicos para enmascarar los metros cúbicos de caldo. Son una minoría los que se salen del caldo piscinero a hacer sus micciones afuera. La piscina es y seguirá siendo orinada; todos los saben, todos lo hacen, y todos se dejan embolatar por la apariencia de esa agua clara.

Este no es un escrito que pretende revelar las bondades de la orinoterapia, pero con la temporada electoral acercándose, creo que el tema de la orinada submarina toma vigencia. Hay cosas que suceden que todo el mundo conoce, contra los que todo el mundo protesta; sin embargo, todos implícitamente apoyamos y hasta nos hacemos los locos. Es casi como una amnesia vanidosa que aparece y desaparece como las mareas. Las decisiones que se aprenden a tomar por medio de rituales inconcientes casi nunca son las más acertadas. Todo es cuestión de contexto, y es ahí cuando la toma de conciencia en las decisiones es importante. Moralmente estoy inhabilitado para brindar luces en el manejo de la vejiga, ya que he utilizado de mingitorio al océano, pero a diferencia de lo inofensivo de ese pecado, cuando vaya a votar, note bien por quien, porque a diferencia de lo que sucede con la orinada en el mar, un mal voto es como escupir para arriba.