Friday, December 9, 2005

Saturno Se Mira

Me desconciertan aquellos restaurantes en donde se exhibe un ejemplar, o parte del mismo, de lo que uno tiene programado degustar. El otro día fui a un Rodizio, y la mesa que me asignaron quedó al frente de una cabeza despeinada de lo que creo era un Búfalo. Muy romantico el escenario…

La carne no estaba mal. La pedí término medio -casi cruda-, cuando iba por la mitad, perdí el apetito al sentir que el entrometido búfalo, buey, yak, chicharrón peludo, o lo que sea que estaba al frente mío, me picaba el ojo socarronamente. El animal me miraba con ojos de hielo y me sacaba la lengua, al parecer clamando piedad por estar comiéndome la parte ancha de su lomo. Por pudor, me detuve. Cambié de táctica y me enfoqué en mi ensalada. Pagué la cuenta y me fui a casa a hacer la digestión mientras miraba una cacería de hienas en el National Geographic channel y juré nunca más volver a ese restaurante, ya que no supe si era un lugar para comer, o uno de esos Museos viejos con animales estofados con icopor. Todavía no alcanzo a digerir las múltiples maneras como se maquillan a las víctimas de inocentes comensales, ni cómo estos inocentes embalsamados pueden estimular el apetito de los desprevenidos clientes.

Después del impase con la cabeza de Búfalo picarona, me he puesto a analizar los restaurantes que venden pollo, cerdo y pescados, a ver si han adoptado la técnica de mercadeo de estimular el apetito de su clientela mediante la exposición de sus víctimas. Gracias a Dios, no he visto pescuezos de gallina saliendo de retablos, ni mojarras saliendo de las paredes con sonrisas fingidas. Menos mal. Pero lo que sí he visto son imágenes de chonchitos alegres al lado de bombillos iluminando morcillas y chuletas de cerdo. He visto pollos apuestos con gafas oscuras montando motocicletas, anunciando servicios a domicilio de alitas de pollo. Hasta vi casos de canibalismo en donde un gallo con botas se come satisfecho un pedazo de pierna de su misma especie sin arrugar la cara! O más bien su pico. He visto un paraíso tupido de mojarras coquetonas, bagres alegres y sirenas sensuales en plena fiesta al lado de casetas que ofrecen pescado frito. Afortunadamente, las ostras, chipi-chipis y caracoles no tienen cara, para no aguantar la pena ajena del resto de animales.

Y esta táctica se ha extendido a todo. Sólo me puedo comer lo que me sonríe, lo que me muestra su cuerpo. El descaro llega a tal punto, que se le paga a alguien para que se disfrace de animal para así vender mas producto. Una especie de Judas engañando a los de su especie putativa.

Vale la pena aclarar que no soy vegetariano y que no perdono chicharrón o chuleta que me pongan al frente. Lo que no entiendo ni comparto es la cara de complacencia que le ponen en los menús y avisos de algunos restaurantes, a los animales que allí se consumen. Me da una pena extraña consumir estos alimentos al frente de esas imagines, ya que lo considero una falta de respeto, no sólo con las víctimas, sino con los comensales. Desearía que no se mezclen conceptos: Que la alegría del consumidor al chupar un hueso no se tergiverse con la imagen de un pollo contento; que los búfalos no asistan al acto macabro de ver devorar sus nietos, y que el Saturno de Goya mire por fin su reflejo.

Tuesday, December 6, 2005

La Suerte de los Mocos

La literatura ha sido una herramienta valiosa para explorar diversidad de temas. Proust se metió por el lado de la memoria, Hemingway, la virilidad, no sé en qué se metió Flaubert... en fin... Aparentemente todos los temas han sido tratados desde distintos ángulos. Me puse a divagar qué temas no se habían tocado, llegando en mi incompleta y superficial pesquisa, que casi siempre son aquellos engorrosos y desagradables, pero completamente naturales... Empecé a pensar en el pedo, pero ya Cortazar se metió por ahí y también el poeta Quevedo se me había adelantado... De repente, las ya casi olvidadas Musas del Parnaso, me enviaron un chorro de inspiración que puso sobre mi el esquivo tema de los mocos. Con esto en mente, me dispongo a escribir sobre ellos.

Me interesa saber cómo la gente maneja su cuota de mocos. Cada cual debe tener sus protocolos, modales y reglas, para manejar con dignidad estos regalos nasales. Cuál será la suerte de los mocos? Adónde irán a parar? Me interesa saberlo ya que nadie comenta al respecto. No he conocido un manual de urbanidad, donde se ofrezcan sugerencias de qué hacer con ellos... en fin empezaré por la etapa bucal, y en esta y en otras, estoy seguro más de uno se verá si no identificado, por lo menos reflejado.

Yo?

Me los como.

Cuando nadie me mira, con ligereza y dedos de Rey Vallenato me rebusco y en un dos por tres, me los meto a la boca. Guácatela!!! Y eso es cuando estoy en un ambiente público, donde hay que actuar como quien no quiere la cosa; hay veces en que me invento rasquiñas, canciones esporádicas con el sólo pretexto de poder meter el cucharón y encontrar la presa. Cuando estoy solo, ahí sí me paseo por los innumerables callejones una y otra vez y con una parsimonia de jirafa me los saboreo a escondidas. Es un talento que he afilado desde mi infancia, y aun considero que me falta mucho por aprender.

Y sé que no estoy solo en esto. El mismo cuerpo crea sus momentos donde detiene el tiempo, y la gente se vuelve como estúpida. Sonámbulos miran el televisor, la pantalla de cine, el cielo, el periódico, lo que sea... y entra el espacio muerto donde embobados, se les salen las babas y se sacan los mocos y automáticamente se los meten a la boca sin darse cuenta de nada. Solo con hipnosis podrán darse cuenta y encontrar la salvación.

Mientras que para unos los mocos son una experiencia culinaria, para otros es la oportunidad dorada de volver a la clase de manualidades. Motricidad fina y gruesa dependiendo del tamaño del bicho. Amasan esa bola con frenesí únicamente usando la yema de los dedos. Al comienzo una masa uniforme multicolor que con amor y dedicación se convierte en una bolita maciza color mugre. Y aquí viene la cuestión: qué se hace con la bolita de moco? He visto a unos que se la dan de exclusivos, y se desprenden de sus mocos como si fueran hijos bastardos. Ni los vuelven a mirar.

Otros extravagantes se los huelen, como si fuesen florecitas tibias sin gracia, que se marchitan con cada suspiro. A qué huelen los mocos? Me parece una paradoja, si están ubicados dentro de la nariz, no es más fácil olerlos allá adentro? Quizás sea una reacción química con los dedos el que suelta la magia. Otros perezosos, los dejan pegados como chicles en sitios inoportunos. Ni siquiera tienen la decencia de aplicarles una forma geométrica reconocible. No! Expresionistas abstractos que echan su brochazo explayado por aquellas superficies susceptibles al tacto. Otros, ni se mosquean por manipular manualmente a los condenados, utilizan sus narices como cañones y los expulsan como proyectiles a gran velocidad que más de una vez quedan ametrallados en espejos y paredes.

El tabú contra la sacada de mocos, creo que viene desde la infancia. Todos desde niños tuvimos la curiosidad, y posiblemente fue corregida como si fuese cuestión de ser derecho o zurdo. La diestra, la siniestra; la buena o mala educación. Qué diría Freud? Cada cual baila su cumbia a su ritmo; de la misma forma, cada cual maneja su cuota de mocos como le venga en gana. La verdad es que todos tenemos que hacer algo con ellos tarde o temprano. Y ojo, es posible que sepa cómo otros lidian con sus bichos, pero esté atento, que quizás otros sepan cómo usted lidia con los suyos. De esto nadie se escapa.

Guia para Colas

Las colas están apoderándose del país. Desde que tengo uso de razón he estado haciendo colas, así sea para recibir diplomas y hasta regaños. Creo que aprendí de mi papá la “cortesía” al momento de hacer colas. Alguna vez, muy niño, llegué tarde a una función de cine, y me encontré con una multitud en la entrada. Reconocimos unos amigos que estaban a punto de entrar; saludamos y sin pensarlo dos veces nos fuimos al final de esa hilera de personas. En vez de preguntar si nos podíamos colar (tendrá origen este verbo en el sustantivo cola?), con una dignidad rara, fuimos al final y esperamos. Un tanto desanimado por la espera, casi refunfuñando, escucho las palabras de mi papá diciendo que si alguien tiene la intención de colarse, tiene que pedirle a toda la gente que espera detrás de uno su autorización. En ese momento consideré poco práctica la cuestión, pero ahí estaba la táctica. Por eso he quedado con el trauma, pena ajena, yo que sé, de no saltarme turnos, ni ofrecer oportunidades para que otros se cuelen.

A raíz de tanto tiempo perdido haciendo colas he decidido escribir acerca de ellas. Me “pateo” al menos dos o tres colas diarias. Para casi todo se necesita hacer cola: para sacar la cédula, el pasaporte, las visas, el bendito RUT, pagar los recibos en el banco, ir al baño, viajar en avión, para entrar a la rumba, al estadio, al ascensor y hasta hacer cola para hacer otra cola imaginaria. No voy a decir que tengo la experiencia de aquellos que madrugan para hacer fila y después vender el puesto, ni tampoco uno de esos novatos que llegan tarde y pretenden sobornar y ver cómo se cuelan... , a mucho honor puedo decir que me he pateado mis filas a consciencia, y por eso me dispongo a crear una guía para intentar domarlas.

Que nadie me hable y nadie me mire en las filas. Detesto cuando uno está tranquilo, masticando pensamientos o calculando los turnos delante de uno y lo interrumpen con conversaciones insulsas. Usualmente no son conversaciones, sino comentarios a medio-masticar en contra del mismo sistema que propicia la fila. Son exabruptos reciclados y gastados que no contribuyen en hacer a una persona mejor; yo creo que presenciar un hipo me contribuiría más como persona… Existen los que preguntan si esta es la fila para tal cosa, o si acá se puede pagar la luz, etc… como si uno fuese un miembro de Servicio al Cliente de incógnito haciendo filas por placer!. Pregúntele a alguien mejor calificado.

Para que nadie le hable a uno, es mejor adoptar la clásica postura: brazos cruzados, mirada hacia el piso, cara de burrito amarrado, y llevar a la mano un libro de un tema oscuro a prueba de comentarios: “La Influencia del Rococo en la Arquitectura de San Pelayo”. Recomiendo no llevar ni periódicos (para que no lo pidan prestado) ni revistas de difusión masiva. En caso de ser víctima de comentarios, recomiendo tirársela de sordomudo y responder con gemidos, muecas y señas, y si esto no funciona, responder cantando las primeras estrofas del Himno Nacional a todo pulmón.

En este contexto, cuando uno finalmente corona, es un exabrupto pretender socializar con el cajero, o la persona que atiende. Este no es el momento para ser encantador, ni para preguntar por “perenceja” o “perencejo”, o echar piropos a ver si la atención mejora. Esa actitud se deja para después; se premia la sobriedad, la parquedad, y la eficacia. Si las “charladitas” entre participantes de fila y los que atienden la fila son insoportables, más aún es presenciar las tallas amenas y chistosas entre empleados que trabajan en el recinto donde uno hace la bendita cola. Un ambiente jovial alrededor de la cola promueve desilusion y rabia; en cambio un ambiente parco y serio genera una cola ansiosa y eficaz.

El escenario anterior es característico de las filas que se forman para sacar todos esos requisitos imaginarios e inventados como sisbenes, cédulas, pasaportes, visas, etc… todos esos papelitos que alguien se invento y que de la noche a la mañana adquirieron una importancia inesperada. Las colas en cajeros para sacar dinero es otro cuento. Es una falta de consideración aquellos que a sabiendas que hay una cola detrás de ellos, sacan su dinero y se quedan media hora inmóviles estudiando el extracto bancario al frente del cajero. Suman, restan, suman otra vez, rectifican a ver si ya le consignaron o no, suman de nuevo, calculan lo que les queda para el mes, suman una ultima vez, etc…y uno se los queda mirando, esperando que miren de vuelta para mentarles la madre con una dulce sonrisa. La dinámica correcta sería la de sacar dinero, esperar el recibo e inspeccionarlo a un lado; a un lado viejecita!!!…nunca al frente del cajero.

Prefiero mil veces las colas para ir al baño o para pedir comida. En este contexto no se escatiman esfuerzos y la eficacia prima. La gente entra, sale y al menos uno no es testigo de sumas y restas…eso es “da que te van dando”. La fila para pagar el mercado no se queda atrás…que delicia: le ponen musiquita de fondo, hay chocolates y chicles a la vista, revistas con 10 tips para seducir a su pareja, etc… amenizan de cierta forma la espera.

Lo mejor de las colas, no es hacerlas sino verlas. Es indescriptible el placer que se siente al pasar al lado de una y ver la gente inmóvil, con ese dejo inquieto, mientras esperan entrar al matadero. Todos los de la fila son conscientes que la están haciendo, y al mismo tiempo de los ojos piadosos que se compadecen de ellos. Como perro sin dueño me paseo por el frente y ejercito mi libertad sin piedad, exhibiendo una sonrisa llena de sorna y falsa conmiseración, viendo las caras de mística satisfacción de los que están a punto de coronar y las de angustia y resignación de aquellos que inician el viacrusis.

Mientras me preparo para mi próxima fila, me pregunto si la Reina Isabel de Inglaterra es consciente de lo que se ha perdido al no haber tenido ni siquiera para comulgar que hacer una cola en su vida.

Tartamu-Dos

Hace unos meses me tome el trabajo de redactar una oda a la tartamudez. Sin querer queriendo me converti, o me quise asignar la mision de ser la Sor Teresa de Calcuta de los gagos del mundo. Una luz al final de un callejon lleno de tarareos y frases a medias…

Para mi sorpresa, el articulito cogio fuerza y aterrizo en los lugares mas insospechados. Descubri que existia un Grupo Iberoamericano de Tartamudos, y hasta me hice miembro de la “Stuttering Society” (Sociedad de Tartamudos) en donde mensualmente envian un boletin de como convivir con la gaguera, como hacer valer nuestros derechos y como hacernos respetar ante un mundo cada vez mas fluido y veloz; (para los interesados www.stutteringhelp.org o www.tartamudez.org). Tanto me meti en el cuento, que considere crear una cofradia de tartamudos: un Israel de gagos donde podamos vivir tranquilos sin la necesidad de hablar al ritmo del opresor. Por un momento me lo imagine como un remanso de paz, independiente y soberano.

Teniendo en mente el coqueteo de esta Utopia, recibi un email de un “companero” (me refiero a otro gago). El camarada, me comentaba algunas experiencias con su gaguera y solicitaba algunos consejos.

Por la naturaleza del email, tuve la impresion que quien me escribia era mas gago que yo. Que tan gago? No lo se. Seria bueno establecer un indice de tartamudeos por minuto, para asi saber en que categoria estamos. Segun el informe de el la Sociedad de Tartamudos existen varias especies: a los que el carro les cancanea en cada silaba, a los que el carro no les prende al comienzo y despues todo sale a toda velocidad, y aquellos que toman impulso con cada metida de cambio y despues normalizan su recorrido. En fin, olvidandonos de la metafora del carro, este companero al parecer mas gago que yo, me estaba pidiendo consejos a mi??? quizas yo era el que debia pedirle consejos a el…!!??

De forma muy formal y respetuosa el camarada pregunta:

Con el debido respeto yo quísiera conocer más sobre el cómo ha sido su manejo de la tartamudez, ya que me gusta conocer muchos puntos de vista, especialmente las experiencias de gente como usted, que en sus palabras refleja optimismo y tranquilidad.

Le respondo: Mi tartamudez no me desampara ni de noche, ni de dia. Yo creo que hasta gagueo roncando. Me gusta rumiar mis ideas, masticarlas un poco, pero de forma secreta estoy haciendo las calistenias pertinentes para soltarlas cuando sea necesario. Hay que enfrentar las trabas en la garganta con suavena, y estar conscientes que cada vez que uno medio gaguea, la gente alrededor estara mas interesada, pendiente, y atenta de lo que uno va a decir. Uno genera “escuchas activos” y esa creo que es una contribucion a una sociedad tan pasiva como la nuestra.

Y sigue la carta…
Específicamente quisiera conocer como ha influído su tartamudez en su vida laboral, cuales han sido los impedimentos, saber tambien cómo la tartamudez ha influido en sus relaciones interpersonales y conyugales y cómo lo ha manejado, tambien conocer si usted ha hecho alguna terapia de lenguaje y su efectividad. De ante mano muchas gracias por su colaboración, esperando con ansias su respuesta y demás recomendaciones que usted considere. Finalmente le comento que su artículo fue leído por los integrantes del Grupo Iberoamericano de Tartamudez, del cual hago parte, y puedo decirle que gustó mucho.

Continuo respondiendole: En las relaciones personales y conyugales me ha ido de maravilla! A los bollitos, les encanta, creo que es hasta afrodisiaco. Uno las tiene siempre adivinando lo que uno quiere decir…eso si, entre mas pacientes, mejor.

-Las terapias de lenguaje no se si son efectivas. A mi hermano lo pusieron a jugar domino y a repetir un poco de palabras una y otra vez cada vez que iba a la terapia. Suena como aburridor, pero lo cierto es que aprendio a jugar muy bien domino…

-Laboralmente creo que ha influido bastante. De hecho, he redactado un manual con algunos trabajos que rotundamente debemos evitar y otros donde podemos brillar como estrellas.

Empezare por los que rotundamente deben evitarse:

-Traductor simultaneo, aunque sea de Espanol a Espanol.
-Martillo de Subastas. Ni se le ocurra intentar concursar porque lo mas seguro es que se vaya en blanco. Para aquellos jugadores compulsivos, el Bingo ofrece algunas posibilidades, sin embargo, aconsejo practicar al menos por treinta minutos antes, la palabra Bingo, Bingo. Bingo!
Narrador o comentarista de futbol. Seria una amenaza para el espectaculo.
Corredor de bolsa.
Y por ultimo, no se le ocurra trabajar en jingles de radio; me refiero a los que en 3 segundos botan a chorro todas las advertencias, clavadas, contraindicaciones innecesarias despues de una propaganda de cigarillos.

Para terminar, Los trabajos que que recomiendo:

Mimo. (*) Actividad en donde el exito esta asegurado.
Jugador profesional de Domino.
Para aquellos tartamudos osados y atrevidos…Cantante de Rap (entre mas gago, yo creo que mejor) Si lo del Rap no cuaja, quizas Cantante de coro de Villancicos–Canciones como “nana nanita nana,” y el “Tambolirero” (especialmente el coro Ro PO POM-POM POM). En este medio encontraran un nicho donde se sentiran nadando como pez en el agua; y lo mejor es que nisiquiera tendran que practicar mucho.

Fobia de Tijeras

Considero que se necesitan unos requisitos bien estrictos para ser peluquero: ser ante todo un buen escucha, tener una alta dosis de adivino y haber obtenido altas calificaciones de razonamiento abstracto en el colegio. Psicólogos camuflados que escuchan pedidos abstractos para que lo traduzcan a punta de tijeras. Hoy tome el riesgo de ir a motilarme, y me tocó de peluquera una sorda dislexica: Ya se imaginaran como quede de lindo.

Es la misma imagen de siempre. Energumeno y callado, espero a que me sacudan los pelos de la frente. Mi espalda siempre esta sudada de la rabia interna, ya que siempre que doy instrucciones explicitas y hago enfasis verbalmente y con las manos para que me corten el pelo de cierta forma, y siempre salgo trasquilado. En fin, es la misma rutina de siempre… me sacan el espejito para ver como me mocharon atras, sonrio dichoso y miento que se ve muy bien. Llenan un cepllo de perro con polvo para ninos y me intentan infructuosamente barrer los pelos q aun quedan en la frente. Sudado de la rabia , pero con cara de agradecimiento me despego de la silla de cuero de siempre, pago afanado y apenas salgo de la vista de la peluqueria, descargo por fin una gorra sobre mi cabeza.

Siempre, debo hervir la idea varias veces, antes de sacar el coraje y la fuerza de entrar a una peluqueria. No tiene nada que ver con cobardía, es mas bien el instinto de auto-conservacion. Por eso, la gorra nunca falta. El trayecto a casa es el mismo de siempre…El ceño fruncido animando dialogos internos …”Le dije q no me cortara mucho…se lo indique con el dedo!!!” Etc…maldiciendo al peluquero y su terquedad de cortarme el cabello de una manera contraria a mi voluntad.

Cómo se puede entrar tranquilo a un sitio donde la gente se gana la vida con Tijeras? Es difícil. Uno no sabe en quien confiar…será mejor el peluquero macho para que no le haga un peluquiado maricón? O será preferible el peluquero maricon para lograr un corte de macho? Con las peluqueras es la misma vaina, como te puede tocar una que te quiere cortar el pelo como tu mama, te puede tocar la que, enamorada de Chayanne, te quiere convertir a su imagen y semejanza.

Menos mal que nunca intento socializar con el peluquero, ya que seria inoficioso y altamente prejudicial desenmascarar detalles de mis inclinaciones politicas o deportivas. Quien quita que en represalia por una conversacion candida le hagan a uno el dano? No senor. Gracias a Dios ofrecen revistas para evitar estos altercados. Personalmente prefiero actuar interesadisimo en el crucigrama de la pagina 31 que alguien comenzo en 1982, o me inmerso por completo el popular articulito sonso sobre algun tema trivial. La moraleja es evitar cualquier tipo de confrontacion, discussion, debate con el que manda la parada.


Por eso nunca voy al mismo sitio de seguido y siempre procuro mantener mis pedidos concisos, didacticos y breves. Ojala pudiese pedir que me motilen como cuando pido en un restaurante un pedazo de carne: “Que término la desea?” “Tres cuartos.” Punto. Se acabo. No soy hincha de instrucciones minuciosas y amariconadas de como me gustan las patillas o de qué largo me gusta dejar el copete. No me gusta porque las encuentro inoficiosas, ya que a la larga no me van a parar bola, y tendré que regresar igual de energúmeno a mi casa. Me conformo con hacer un pedido con un léxico basico, y con la peinada equivocada de foto de papa chiquito con que se termina el martirio. Odio que otros me peinen, y me alarguen el copete, o que me pasen la peinilla y la guien con la mano alterna; pero sonrio, doy gracias, pago rápido y me largo del sitio.


Mi sueno es poder conocer al Hector Lavoe de los peluqueros…el peluquero de los peluqueros. Un angel de la guarda que me ampare de noche y de dia, que me consuele de las tragicas trasquiladas del pasado y que me ampare de las que se asoman a la vuelta de la esquina; ya que hoy mismo (jueves de luna llena) comienzo a buscar peluquerias clandestinas para apaciguar el zorrochucho que nida encima de mi cabeza.

Elogio a la Tartamudez

Vengo a mucho orgullo de una tradición de tartamudos. Mi abuelo se lo pegó a mi papá. Mi papá contagió del mismo 'encanto' a mi hermano menor y a mí. Mi hermano menor, José Felipe, afortunadamente nació fluido.
A mi hermano Rodrigo lo intentaron 'curar' llevándolo donde la doctora de la lengua a muy temprana edad. A mí me dejaron a mi suerte balbuceando palabras a medias y ametrallando oraciones de vez en cuando. No sé si lo llevaron a él porque su 'mal' era peor que el mío. Yo lo sentí como una discriminación tierna de mi mamá. En fin, nunca supe que era un problema hasta ser víctima de amigos que intentaban tartamudear también con la mezquina intención de hacerme sentir mal. Que va. yo les daba la bienvenida al club, y después me salían con un chorro de babas. Ellos eran fluidos de verdad, verdad. Yo, a ratos únicamente.
En fin. El tener un nudo constante en el triángulo de las Bermudas de mi garganta, lengua, laringe, o el lugar exacto donde vanidosamente aparecen los obstáculos invisibles que florecen como tartamudeos, ha tenido más ventajas que desventajas.
Pero comenzaré por las desventajas. Lo peor es cuando uno está en el entretiempo de un partido de fútbol y el hambre despierta. Hay que ir a una tienda tupida de hinchas hambrientos. El escenario es sencillo y complejo a la vez: mucha gente fluida haciendo pedidos, pocos atendiendo. El objetivo: no gaguear, hacer un pedido conciso y rápido. Una cosa es gaguear; la otra, gaguear en público y afectar el curso normal del evento. Con tanta gente, el que atiende no tiene tiempo para tarareos. Es la ley del que hable mas rápido.
Ahí es donde son esenciales las calistenias mentales. Uno va internamente repitiendo la vaina, como si fuera una especie de mantra, respirando, cogiendo el impulso necesario para soltarlo todo. Ayuda usar manos y gestos, y apenas uno sienta que le están parando bolas, soltar esa bola de fuego que uno ha venido amasando con cariño dentro de la boca. El acabóse se forma cuando el que atiende pide que repita el pedido o peor aún, cuando no hay lo que uno ha balbuceado con tanto esfuerzo.
Ahora las ventajas. Ser tartamudo ha redefinido mi posición dentro de la comunidad. No sé si sean vainas de mi abuela paterna, pero si me voy a montar en un bus, debo tener el cambio exacto antes de llegar a la parada de éste. Parecido ocurre al rebotar, amasar, ablandar las palabras dentro de mi conciencia para que salgan más ligeras al momento de hacer pedidos en establecimientos públicos. El trancón se puede formar a cualquier hora, y todo gracias a la tartamudez.
La otra parte del asunto es que el léxico crece exponencialmente con el grado de gaguera que uno tenga. Mi abuelo, que en paz descanse, decía que gagueaba hasta escribiendo a máquina. Me senté con el abuelo bastantes madrugadas a escribir en dúo ensayos para la clase de castellano en un cuarto lleno de libros y diccionarios. Yo dictaba mientras él transcribía y hacía la corrección de estilo simultáneamente. Sé que fue una persona muy sabia y estoy convencido de que la gaguera tuvo que ayudar en algo aquella fascinación con las palabras.
Yo al menos ya sé cuáles son las palabras inelásticas y testarudas, o dadas a enredarse. Por eso tengo un inventario de palabras alternas que uso solo en casos de emergencia. Al igual que mis progenitores, también he desarrollado una facilidad para cálculos mentales indispensables para intercambiar palabras ligeras al aroma más leve de un nudo.
Mi mamá ha vivido por más de 28 años con puros gagos. No ha sido contagiada y hasta creo que ha ayudado a afinar su oído en su profesión de mujer orquesta. Cada vez que hay una proeza de mi papá, o de alguien perteneciente al club de los gagos. dice: ".si vieras cómo habló de bien tu papá-hermano-etc., ni gagueó".
Creo que de tanto convivir con gagos ha desarrollado también una capacidad mental extraordinaria, un sexto sentido, una especie de telepatía. Usualmente mientras charla, se pone en lugar del otro (fluido o no fluido) y completa sus pensamientos y palabras. Presintiendo los esfuerzos rutinarios de la garganta (o donde sea que se genera la gaguera), mi mamá suelta posibles opciones, conclusiones, resultados para que uno, en medio del desespero por desembuchar la idea, solo pueda escoger a, b, c, o d. Creo que es menos doloroso que presenciar unos cuantos minutos de muecas y metrallas, y hace la conversación un tanto más fluida.
Es imposible camuflar una gaguera. Lo he intentado mil veces y muy pocas se comen el cuento. Hay veces en que enredo oraciones con bostezos atravesados, nombres con tarareos de canciones imaginarias, etc. Siempre que voy a un restaurante con mi papá, lo miro cuando ordena. Yo ya sé lo que va a pedir, pero cuando el mesero se acerca, él se hace como si estuviese pensando. Indeciso entre un plato y otro manifiesta en voz alta su titubeo. Qué va... puras calistenias mentales y vocales para que le salga la vaina de un solo chorro. Yo soy igualito, la cosa es que mentalmente intento practicar y como nadie me oye a mí mismo rebotando la frase en mi conciencia una y otra vez, creo que se da la apariencia de fluidez.
Dicen que ya no soy tan gago. No sé quiénes son los que dicen eso. No les creo, ni les quiero creer. La gaguera es una actitud bacana. Creo que incita a pensar las cosas antes de balbucearlas (obvio, nosotros las tenemos que colar varias veces). Incrementa el léxico y ayuda a desarrollar la capacidad telepática e imaginación de las personas alrededor de uno. Y eso que no he mencionado la paciencia, ¿quién dijo yoga? Con más gagos en el mundo, definitivamente las cosas serían un tanto más calculadas, la gente posiblemente caminaría un poquito más despacio, quizás con una imaginación más desarrollada, pero con filas y demoras ridículas en las tiendas de estadios de lo que sea.