Saturday, March 17, 2007

Con la Careta Puesta

Qué diferente se ve la vida detrás de una careta de marimonda. En el anonimato del sauna en que se convierte la careta en plena Batalla de Flores, la vida cobra un tinte distinto, se adquieren poderes sobrenaturales y facultades extraordinarias. Los colores se exageran, las velocidades cambian, las diferencias son más dramáticas. La máscara transforma. Por esta razón, escribo estas líneas con la careta puesta, y me la quito por ratos para respirar un poco y no ser tan imprudente.
En el Carnaval las máscaras son indispensables. Mientras unos gozan del anonimato que ésta ofrece, otros la utilizan para llamar la atención. Las hay de distintos colores, estilos, y grados de temperatura. Después de los cuatro días de fiesta, hay muchos que se les olvida quitársela y hasta se ponen la cruz de ceniza con ésta puesta. La morisqueta estática, el capuchón inerte colorea el transcurrir de la vida; por eso mi interés de escribir con la careta de marimonda, a ver si se pueden rememorar sensaciones a punto de olvidarse.
Desfilando con la careta puesta, me convencí que el compartir la nacionalidad con los compatriotas del interior es como un arroz con mango. Esta vez, por gozar del beneficio del anonimato, pude esquivar los aguaceros de ¡”Baila Cachaco”! Tan populares en el carnaval. Planeaba libre, con la satisfacción del deber cumplido, mientras me resbalaban los insultos con cada paso por la Vía 40. Con la máscara encima, de repente adquiero el poder sobrenatural de identificar un ‘cachaco’ a más de una cuadra de distancia. Y por ‘cachaco’, incluyo a ‘gringo’, ‘paisa’, ‘boyaco’, ‘opita’ o ‘europeo’. Cuento de repente con la facultad sobrenatural de distinguirlos entre la multitud, destacarlos en una comparsa por el ‘swing’ o falta de ‘swing’, por el chapeado en los cachetes, por el tipo de zapatos, por las muecas después de tomarse un trago seco... las diferencias afloran. Un tiburón detectando una gota de sangre a kilómetros de distancia.
Al quitarme la careta, coger aire, salir del ahogo y de la saturación de cosas obvias, todo vuelve a su cómoda normalidad. La tolerancia y el civismo llenan de aire los pulmones, y uno sonríe porque comparte la patria (cualquiera que sea este concepto que para los costeños tiene su límite en los alrededores de Magangué) con un poco de gente que no tiene puntos de interacción con el plano de la vida cotidiana en un sábado de carnaval. De repente, se inunda la conciencia de frases como la de “Lo mejor de Colombia es su gente...” (¿Según quién? O mejor aún, ¿”según qué experto extranjero en la materia”?), o como la de “Colombia es pasión”, escogida por fríos burócratas andinos cuya única pasión es jugar enruanados al tute, y un poco de datos estadísticos de biodiversidad en cuestión de flora y fauna... el 5-0 contra Argentina, y todo ese poco de clichés que adaptamos para sentirnos más de lo que no somos.
Desde niño me inculcaron el concepto de cachaco a los tropezones. Al preguntar qué era ser cachaco, se me remitió a la serie de ‘Don Chinche’. En esa época me sentaron frente a un televisor y se me dijo... “Esos son puros cachacos”. Yo sólo veía un bigotudo con corbata hablando chistoso, con palabras llenas de ‘ches’ por todos lados... chusma, chusco, cuchuco, chino, chirriao, chepito, chinchurria, etc..., los personajes de la serie chapuceaban estas palabras una y otra vez, hasta saturar y moldear en mi mente el vago concepto del cachaco. Desde entonces, he adquirido la habilidad de detectar en mi ‘cachacómetro’ hasta mínimas trazas de comportamiento interiorano, así estén escondidos por elaborados disfraces multicolores.
En carnaval, a pesar de las máscaras, todas esas diferencias saltan a la vista. Los participantes no pueden esconder su origen y las tribunas no dejan pasar una aunque el personaje desfile disfrazado de marimonda, con su careta encaletada hasta el ombligo y desfilen abrazando a Paragüita. La palabra cachaco ya no se limita a los personajes de ‘Don Chinche’, sino a actitudes y valores presentes en la vida ordinaria. Con la careta puesta me resaltan claramente todas esas diferencias y parece que mi cachacómetro agudiza su sensibilidad a tal punto, que me permitió detectar algunos infiltrados en las últimas filas de las ‘Marimondas del Barrio Abajo’.
Y a propósito, me intriga que fue lo que vio Martín Arzuaga al festejar su gol en Argentina con la careta de marimonda puesta - gesto paradójico de ponerse la máscara para resaltar entre la multitud. Por lo menos estoy seguro que su retina captó una tacada de ‘ches’, que después del partido me imagino saldrían a festejar la victoria de su equipo, comiendo churrasco o chuletas con chimichurri, teniendo como música de fondo una canción de Chabuca Granda.

2 comments:

juliannarana said...

Me topé de nuevo con tu blog. Razones de sobra...

Enhorabuena que lo leo por que creo entender! Tu antipatía proviene de un cachacómetro? Me pregunto si será solo conmigo o en general con todas las cachacas?...

Anonymous said...

Señor Gonzalo, debo comunicarle que me tropecé con su texto en el azar, y ¡qué bueno! Le escribo entonces para decirle que utilizaré su texto en mis clases de lenguaje. Muchas gracias, y leeré su blog con plena atención.
De Venezuela
José Javier León
joseleon71@cantv.net
www.josejavierleon.blog.com.es