Tuesday, May 11, 2010

Colombia es Pasión


La sed me estaba quitando el sueño. Tuve que pagar el doble por una botella de agua y al querer entrarla a la sala de espera del Puente Aéreo una mujer con bufanda multicolor le negó el acceso; obligandome a retar la norma bajándome frente a ella de cuatro petacazos  todo su contenido.  Al terminar me la quedé mirando fijamente y con la satisfacción del deber cumplido y la vejiga por explotar, marché desafiante a la sala de espera.  
Ya había pasado por varios puestos de seguridad; en ellos desembolsillaba moneditas sueltas, exponía mis pecuecas guardadas, traspapelaba documentos importantes y colocaba mis pertenencias sobre cubetas plásticas que desfilaban por maquinas de rayos x.  Detrás de ellas habían uniformadas amaestradas, que como loras recitaban las mismas instrucciones todo el día, además de interpretar aullidos del detector de metales y descifrar ecografías de equipajes.  
Creyendo que podía escabullirme de las garras de la desconfianza, proseguí a la sala de embarque cuando la mujer de bufanda multicolor, con sonrisa vengativa alertó a su comadre para que revisara nuevamente mi equipaje.  La “comadre”, de contextura maciza con un pestañeo de sus ojos de hicotea, señaló la mesa donde tenía que desempacar nuevamente mi maleta.  Sus guantes de hule revolotearon por toda la ropa matemáticamente ordenada en busca de cualquier objeto sospechoso. Al no encontrar nada, aparte de un par de bollos de yuca sobre los cuales tuve que dictar una improvisada charla de culinaria costeña, la requisa se volvió personal. Y por personal, me refiero a “corporal”, ya que continuó con una raqueteada, por no decir toqueteo “profesional” y sin final feliz.  Con brazos extendidos era “victima” del manoseo exhaustivo de la “comadre”.  La tocantina comenzó por los hombros, se extendió a los gordos de la barriga y terminó midiendo con sutileza el “tiro” de unos pantalones sin correa que se me escurrían dándome una apariencia cantinflesca.  El masajeo duró unos eternos segundos ante la mirada impávida y expectante de mi esposa que celosamente vigilaba la mano que recorría sin restricciones por mi pretina, presta a saltar al rescate en caso de que el curucuteo pasara a mayores.  Al terminar, no hubo despedida, -ni siquiera las gracias- y proseguí a abordar el avión después de haber padecido por primera vez una requisa unisex en presencia de curiosos mirones compañeros de viaje.  
Aparte de mi esposa, nadie espabiló ni le dió importancia al juego de la mano peluda que -sin querer queriendo-  me tocó participar a plena luz del día. No se si otros u otras hayan sido victimas tambien de la raqueteada unisex, pero asumo que ahora todo vale por aquel incomprendido slogan de que Colombia es Pasión...  

1 comment:

Anonymous said...

Gonza...no sabes como me has hecho reir. Esta buenisimo!!! un abrazo

Vera