Saturday, May 5, 2007

Las Manos de Alfonso

Aproximadamente cada ano bisiesto, o Miercoles de luna llena me detengo a ver mis manos por un momento: Las escudrino como si fuesen mascotas que algun dia se perdieron, y volvieron a saludar. Cuando apenas las alcanzo a reconocer, se me pierden de nuevo. Trato de mirarlas a ver si pueden ofrecer pistas acerca del paso del tiempo, y siempre aparecen indescifrables.

Mis manos son gordas, de palma ancha y dedos acolchonados; facilmente secuestrable por la bruja de Hansel Y Gretel. He comparado mis manos con otras manos buscando arrugas, lunares, montes de venus, lineas de la cabeza que puedan brindar algun dato no cuantificable acerca de algo tan ambiguo como la vida (mi vida). Nunca puedo atar los cabos, traducir los montes y quedo proyectando versos olvidados de algun libro de quiromancia.

Mi mama siempre cuenta que lo que le cautivo de mi papa, eran las manos…Teniendo esto en cuenta, y haciendo un arbol geneologico “manual”, heredo de mi “mama orquesta” manos que tocan de saxofon hasta flauta traversa, mientras que en mi lado paterno encuentro solo manos de pianistas: mi abuela tocaba el piano, y mi abuelo escribia a maquina. A mi forma de ver, era casi la misma cosa: musica para los oidos, musica para los pensamientos. Musica al fin y al cabo, tocada por unas manos inolvidables.

Aprovechando ser el primer nieto, le encimaba todas las tareas que tenian que ver con escribir un resumen, un ensayo acerca de cualquier libro a mi abuelo Alfonso. A esa edad no tenia conciencia de La Cueva, Del Grupo de Barranquilla, Gabo, Samudio, etc… todos estos nombres se camuflaban en los cuartos (y hasta neveras que despues me contaron) tupidos con libros al momento de visitar la casa de los abuelos todos los Domingos o noches antes de entregar ensayos para clase de Espanol. En ningun momento se me cruzaba por la mente que las tareas que me ponian (o nos ponian –incluyo a mi Abuelo) eran de sus amigos de toda la vida.
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Las citas con mi abuelo giraban alrededor de mis tareas para clase. Llegaba con apuntes en el cuaderno, hojas escritas a mano, y como no habian computadores en la epoca, dependia unicamente de su maquina de escribir Nos sentabamos juntos, lado a lado; un gaguito en potencia y otro que unicamente lo hacia escribiendo a maquina; el escribia, yo dictaba, y a duo terminabamos ensayos acerca de libros de Gabo, Vargas Llosa, Samudio, Calderon de la Barca entre otros. Las manos de mi abuelo eran gordas y arrugadas,; dedos como rodillas de elefantes que bailaban tap en una superficie inclinada llena de teclas. Habian momentos en donde me embobaba viendolas moverse con gracia sobre el teclado al mismo tiempo que escuchaba las correcciones de estilo. En algunas ocasiones se debatian las ideas, en otras dejaba que las perfumara un poco, mientras en otras, ya probablemente cansado, se remitia a ser unicamente mi escriba.
Las manos de mi abuelo son las que hoy recuerdo mientras veo mis manos bailar torpemente sobre un computador. Son manos que no he visto hace aproximadamente doce anos. Mis manos bailan mas cerca al teclado que las de mi abuelo. Escribo con los cinco dedos sin mirar el teclado y no con los dos indices. A pesar de la diferencia tecnologica, el desorden alrededor es el mismo y el silencio entre palabra y palabra es igual de ensordecedor.

Me detengo en mis manos. Trato de reconocer unas manos de adulto, unos nudillos como rodillas de elefante prepubescente, unas sucias de pintura y aceite de linaza que pretenden escribir mas a menudo para asi hacer honor al abuelo escritor. De repente, el silencio al escribir es mas sonoro que cuando se pinta. Aquel titubeo, aquel impulso ciego de la mano al tratar de rematar esta columna, desnudan de nuevo las manos al frente mio; acercandolas al recuerdo de las otras manos que bailan en la memoria.

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